PALABRAS EN LIBERTAD

Cuando las palabras viven en libertad y se unen a una libre inspiración nace un libro redactado por alguien que se le llama escritor@.
Ser escritora es un reto para alcanzar una meta, de alcanzar un lector. Cuando se hace realidad es una fiesta de palabras en libertad.

martes, 24 de enero de 2017

Yo también he sido víctima de maltrato psicológico

Yo también he sido víctima de maltrato psicológico...
una mano llena de amor y unos ojos llenos de lágrimas me salvaron de una muerte cercana.

Entre estas dos fotos tan solo hay doce meses de diferencia. La primera cuando tan solo hacía un mes que había escapado de mi calvario y la segunda doce meses después.




      El sendero hacia las profundidades del maltrato psicológico acostumbra a ser un mapa muy bien detallado por el agresor. Él haciendo uso de un amor que le entrega la víctima, la destroza llevándole a sufrir un síndrome de Estocolmo entre el silencio de su olvido y las lágrimas del desconsuelo de una víctima perdida en el mundo real.   

      Inicié este blog con la idea de desparramar las palabras de todos aquellos sentimientos que he guardado durante tantos años en mi baúl. Un baúl que yo llamo "palabras en libertad", tal vez un presagio de una verdad que yo ignoraba pero mis palabras lo anunciaban. Por ello este blog lo llamé así, haciendo fiel reflejo de mi propia realidad, en aquel entonces ignorada.

      Llevo casi un mes sin escribir y me acusé de estar viviendo "el miedo del escritor". Pero esa no era la auténtica verdad. Tener un blog es una gran responsabilidad y debe ser un ejemplo para mis lectores y seguidores. Por ello, como víctima, debo exponer mi caso para que sirva de ejemplo de superación. Por ello  he decidido explicar mi verdad. Una verdad que puede ser una historia más en este enorme historial que acumula el maltrato psicológico, pero guardo la esperanza de que tal vez sirva de guía para aquellas personas que lo están sufriendo y tienen miedo a vivir una vida libre. 

    Yo también tuve miedo a una vida que desconocía, a un mundo que era de otro color muy diferente. Tuve y tengo miedo a querer por si me vuelvo a equivocar. Pero esta vida,a la que yo llamo desconocida, es una gran cascada de aguas cristalinas que te empapa de una auténtica felicidad. La felicidad de ser tu  misma, de sentir y pensar por ti sin ser juzgada y condenada, de descubrir que el mundo no está contra ti sino junto a ti.





        Nací en el seno de una familia acomodada de los años setenta, pero acompañada de dos grandes personas que fueron pilares en mi desarrollo de valores humanos. La primera de todos, como no, mi madre María. Ella era una gran defensora, ya en aquellos tiempos de dictadura, de los derechos de la mujer y la valoración como tal en todos los campos, tanto en el profesional como en el cotidiano. Me enseñó que la libertad de una mujer está en su interior y florece gracias al apoyo de una sociedad. Me ayudó a descubrir esos valores en mi, valores que hoy me han ayudado en este periodo de superación de maltrato. Siempre me decía: "La verdad siempre como carta de presentación y la humildad como forma de vida."

       Mi otro gran puntal era mi abuelo materno. Él con sus fieles creencias en el equilibrio de lo que hoy llamamos dharma (las energías positivas) y el karma (las energías negativas) me han aportado la capacidad de entender y comprender que yo no era la culpable de todo lo que ocurría en mi vida anterior, como intentaba mi maltratador, sino que era la víctima de todo aquello que ocurría. Unas creencias que me han ayudado a encontrar, valorar y consensuar las razones del comportamiento de mi maltratador hacia mi. Ello no me ha aportado ni el perdón ni el camino a la reconciliación con mi maltratador, todo lo contrario. Ello me ha ayudado a conocer al agresor y a descubrir todos los caminos que él construía para destruirme y alejarme de él. Me han dado la llave a mi libertad, como lo han hecho todos estos años mis palabras guardadas en ese baúl.

      Pero quién me salvo de este camino hacia la muerte fue una mano llena de amor incondicional y unos ojos llenos de lágrimas. Esos ojos eran los de mi hija que a aclamaban conocer a la madre que llevo en  mi interior y que le habían destruido sin compasión. La mano, la de mi actual pareja, que ante la posibilidad de acudir a mi entierro le aterró y me arrancó de las manos de mi agresor. 

      En un momento donde mi capacidad de pensar y de decidir ya estaban totalmente desintegrados me deje llevar sin condición. Yo misma me dí cuenta de que la muerte física se acercaba y la muerte interior preparaba el camino para desparecer de este lugar llamado Tierra. No me importaba la vida, solo quería que mi agresor me dijera que me "quería", por que solo le creía a él. Nunca me lo dijo.

Las víctimas no nos dejamos aconsejar por aquellos que nos quieren de verdad, 
tenemos miedo. 

        Estamos tan acostumbrados a amar a un agresor que todo lo demás nos parece mentira, al menos así nos ha educado el agresor y obedecemos por un miedo clavado en la inconsciencia. Su verdad es nuestra verdad y la verdad de los demás es la mentira, cuando en realidad es lo contrario. Pero no lo vemos, estamos con una venda en los ojos y no sabemos ver porque nos han destruido la capacidad de pensar y valorar.

       Ahora os transcribo aquello que escribí con tan solo dieciocho años, en aquella Navidad que me arrancó uno de mis pilares: mi abuelo.

"Tus manos ya no rozaran mi piel. Tus ojos no compartirán mi horizonte. Tus palabras se han vuelto mudas. Me han arrancado una parte de mi, estoy totalmente vacía y no tengo con que llenarlo. Mi compañero, mi amigo y mi cómplice, tengo miedo. Uno de tus consejos me acecha: "Siempre has estado sola. Vigila a tu alrededor, guarda al acecho de tu honestidad de corazón." Abuelo no lo entiendo, tengo miedo."

     Ahora ya lo entiendo. Él me protegía, él me amaba, él me quería. Su repentina muerte dejo la puerta abierta a una persona con quien no comparto recuerdos de infancia, a pesar de su cercanía. No guardo en el recuerdo tardes de sofá y palomitas, ni de fiestas con los amigos. Tan solo recuerdo como de repente llenó mi vida usurpando mi autentica esencia. 



 


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